La información es desde mi punto de vista, un modelo de negocio más. Dividendos, ganancias, pérdidas, despuntes, caídas en picado. El altruismo no existe en el mundo de los negocios y los beneficios, el dinero, bien sea de forma directa o indirecta son sin duda el eje del mal.
El mundo cambia, las necesidades de sus habitantes cambian con él, bailando al son que la sociedad marca. Ahora en nuestra sociedad impera la inmediatez, el fácil y rápido acceso a todo aquello que deseemos. “Lo quiero todo y lo quiero ya”; creo que sería un buen ejemplo que condensa el pensamiento colectivo de nuestra era.
Si esto sucede en casi la totalidad de los aspectos cotidianos, en el mundo de los medios de comunicación no iba a ser menos. Una revolución estrepitosa y sin freno lleva aconteciéndose ante la mirada impotente y pasiva de las empresas informativas, que mucho han tardado en reaccionar; aferrándose muchas de ellas al tradicionalismo o al terror ese que inmoviliza, similar a cuando te ves en medio de una carretera con los coches a pocos metros de ti y no puedes reaccionar.
Internet avanza a pasos agigantados con un hambre voraz, aquí en muchos aspectos ya no importa la calidad de la información ofrecida, si no la accesibilidad, la pluralidad, la rapidez y sobre todo y ante todo la gratuidad.
Es más que evidente que ante la abundancia hoy en día de blogueros, twitteros, intrusistas en general en todos los medios, la calidad informativa merma al mismo ritmo que merman las plantillas de las empresas informativas. Pero en esto consiste la revolución informativa a la que asistimos, toda creación viene siempre precedida por el caos y la destrucción.
¿Competencia desleal quizás? No, diversidad de mercado. En este mundo regido por la oferta y la demanda, se satisface dicha demanda con el mayor surtido de opciones posibles y en manos del consumidor queda, escoger uno y otro.
Apuntaba Anthony Smith en su artículo “El periódico que viene” que lejos de temer por la desaparición del periódico tradicional, hay que poseer un cierto optimismo y saberse amoldar a los nuevos tiempos, subirse a la ola y saberla montar, no desalienta a los actuales y futuros periodistas y les insta a no desistir; “renovarse o morir”, esa es la cuestión. En mi opinión el exceso de positivismo de Smith refleja perfectamente el abismal contraste que hay entre las publicaciones online, el universo 2.0, contra los periódicos cada vez más caros, amarillistas y abultados de suplementos y docenas de octavillas publicitarias a todo color.
Además de todo esto, no hay que olvidar tal y como apunta Nobre Correira en su artículo “La Europa de los medios frente a la crisis”, que la economía europea, mundial, a grandes rasgos, no se halla precisamente en su mejor momento, propiciando más si cabe que muchos de los medios ya de por si afectados por tanto cambio, terminen por despeñarse hacia la ruina.
No obstante muchos de ellos se han subido ya al carro de lo que ahora se demanda, un claro ejemplo se puede apreciar en la nueva televisión digital con el aluvión de canales de dudosa calidad y escasa inversión económica, pero que han supuesto una inyección de beneficios sustancial, porque como todos los economistas saben: en la diversidad está el éxito y la TDT encarna precisamente ese principio, porque no hay que olvidar lo antes mencionado: la información sigue siendo un negocio.
Las nuevas tecnologías juegan un papel clave como afirma Cossette Castro en su artículo “Industrias de contenidos y medios digitales” apoyando la introducción de los nuevos dispositivos tecnológicos que nos permiten acceder a las nuevas formas de mantenernos informados y de comunicar en muchos casos. Son artilugios muy caros sin los cuales resultaría imposible seguir la información ofrecida, y sin los que ya poca gente de mi generación sabría vivir…lo cual no deja de ser otra argolla más autoimpuesta de nuestro siglo.
Y buena muestra de ello ha sido el hecho de que recientemente en la “Primavera árabe” ante la ausencia de periodistas, la única información no manipulada, no gubernamental, era la ofrecida por civiles desde sus blogs, cuentas de twitter, etc.
Supongo que la magia de tener un libro en tus manos, de no saber doblar correctamente un periódico, de acariciar los surcos de un vinilo con los dedos o sencillamente disfrutar de una tarde de domingo al sol con un café y el dominical es algo que no interesa y que está condenada a desaparecer, a ser sustituida por cualquier producto de la todopoderosa Apple, un ebook a color o un sistema operativo con nombre futurista en el teléfono móvil. Lo mismo pasará en los equipos de redacción, porque esta revolución afecta a los dos mundos, al del emisor y al del receptor.
Así pues la idea está clara: inmediatez, movilidad, diversidad, pluralismo, bajo coste y alto rendimiento y beneficio, satisfacción colectiva y sensación de omnisciencia. ¡Sálvese quien pueda!