lunes, 17 de diciembre de 2012

Por el suelo


Siguiendo el rastro que dejas en el suelo con tu ropa mojada,
el olor de esa colonia barata ha sido destronado por el de mi saliva,
sé lo que estás pensando, yo inventé esos pensamientos y los sembré en ti.
Mi pequeña chica perdida, 
siempre repleta de dudas, 
con la inseguridad como bandera, 
reflejada en los ojos más preciosos que jamás vi.
Tus dudas insondables enmudecen cuando me acerco a ti, 
tú lo sabes,  
y yo también.
Siempre he sido la maldad que te falta, 
el primitivismo y la temeridad que tú nunca has tenido.
Y tú, mi corazón en potencia, mi alma prófuga, mi ternura obsesiva.
Yo el sexo y tu el suspiro.

Aún no he llegado hasta ti y ya puedo imaginarte, 
desnuda y expectante.
Oigo el movimiento nervioso de tus pies descalzos contra el suelo.
Sufre un poco más, preciosa.
Esta vez no habrá limites que respetar, ni ordenes que obedecer.

Y navegar desde tu boca, hasta aquello que desconoces.
Y difundir el precepto de tus curvas, acallando los gemidos, golpeando los latidos.
Y hacernos nudos de cereza, mientras se me escapa tu muslo sudado de entre las manos.
Porque cada espasmo tuyo me pertenece, me beberé tus lágrimas esta y todas las noches,
y yo te enseñaré a diferenciar lo que está bien de lo que está mal.

Tengo toda tu ropa en una mano.
Te encontré.

lunes, 10 de diciembre de 2012

Destellos

Ya que sé que tú jamás lo harás. Lo haré yo, por ti y por mí; pero sobretodo por mí.

Cada vez que juegas con ese mechero, rezo para que llegue el día en que decidas hacernos arder.
Y me esfuerzo por ocultar mi cara de ansia y desesperación cada vez.
No imagino mejor final que el de estallar, hacer de mi una explosión arrasadora que lo calcine todo, incluído a ti.
Mis ganas mal disimuladas de destrucción se acrecentan con mi buena ensayada sonrisa.
Y seguiré mientiendo, seguiré fingiendo, aunque en mi cabeza solo haya sitio para el crepitar de mi alrededor, inundado de humo negro y cenizas neonatas.
Haz que pare...
Si tú jugaras con ese fuego, quizá y solo quizá, tú sabrías suplicarme esas palabras que apagarían mi incendio, que me hicieran sonreír de nuevo y desear seguir irradiando por que sí, por ti.
Vislumbra este mundo enfermo. Donde tú y yo somos dos opuestos paralelos, mejores que el resto y lo sabemos.
Presta atención y me oirás gritar, hasta que tu voz rompa la barrera del sonido y en un segundo me haga callar, mecerme en tus susurros, dormirme en tu pecho.
Y volveré a ser ese ser que supera los destellos de si mismo, parada de nuevo delante de mi propio precipicio, del que sé que no andarás lejos.
Aunque sabes que en realidad, no es lo que quiero...






miércoles, 5 de diciembre de 2012

El vendaval


Y de repente llegó, como una fuerza imparable; con un atractivo animal, con la mirada insidiosa y la sonrisa perfecta.
Revolviendo, desmantelando y creando un caos perfectamente equilibrado a su paso.
Y nadie se podía imaginar lo que sucedería después.
Ni siquiera él, que presume de saber las cosas antes de que sucedan, de controlar cada situación y modelarla a su antojo, esto se le escapa, pero no lo asumirá.
Demasiado vanidoso para mostrarlo, falsa modestia que se desmorona a su paso, nadie se lo cree, ni siquiera él.
Ese vendaval que todo lo arrastra, destruye y marca para que ya nada vuelva a ser lo mismo. El que no contempla arrodillarse para después levantarse con más poder.
Orgullo despiadado, mente subversiva, más le vale creer.

Y pienso dejarme arrollar, consentiré que me arrastres y me destroces, observando cada movimiento de mi propia destrucción con enfermizo interés.


Algunas veces hay que saber perder para poder ganar...