"He cruzado océanos de tiempo para encontrarte"Hoy me han preguntado que habría que decir a una chica como yo para captar su atención y conseguir que se dignara a quitar su perpetua cara de desprecio y dejarse llevar. Bien, pues sin duda alguna tendría que ser algo así, algo como lo que dice el grandioso Oldman en su papel de Drácula de Bram Stoker.
Difícil asunto entonces...
El amor artístico, el generado en la literatura, en el cine o en la música ha dejado el listón tan alto que el amor de verdad, el que se vive en el mundo real, parece un trapo de mercadillo. Ya que en esos mundos los amantes consumidos parecen hacerlo todo perfecto, tener las palabras adecuadas, las manos entrenadas y la vida entera para dedicarla a amar a la chica...ojalá fuera así de fácil.
No obstante yo que reniego públicamente del pasteleo, el romanticismo clásico y los delirios de amor bajo la lluvia (siempre tiene que estar el amante desesperado bajo la lluvia ¡por Dior!) no puedo evitar suspirar y desear fervientemente un amor de película de años 50, un amor de sonata de Beethoven, de poema de Bécquer, de canción de HIM.
El problema viene cuando ya no puedes distinguir la realidad de la ficción, cuando crees que ese amor se puede trasladar al mundo real, que puedes hallar a un Vlad, Ludwig, Jack Skellington, Lorca o a un Romeo y sólo encuentras a un atajo de chicos que por mucho que lo intenten y hagan lo que buena puedan, seguirán siendo solo Pablo, Óscar, Leo...y puedes o conformarte y serles mentalmente infiel con aquellos amantes ficticios que encuentras en las letras o las imágenes, o continúas buscando la excepción que confirme la regla.
Nos deseo buena suerte.
Hubo un tiempo... ¿recuerdas? su memoria
vivirá en nuestro pecho eternamente...
Ambos sentimos un cariño ardiente;
El mismo, ¡oh virgen! que me arrastra a ti.
¡Ay! desde el día en que por vez primera
eterno amor mi labio te ha jurado,
Y pesares mi vida han desgarrado,
pesares que no puedes tú sufrir;
Desde entonces el triste pensamiento
de tu olvido falaz en mi agonía:
Olvido de un amor todo armonía,
fugitivo en su yerto corazón.
Y sin embargo, celestial consuelo
llega a inundar mi espíritu agobiado,
hoy que tu dulce voz ha despertado.
Recuerdos, ¡ay! de un tiempo que pasó.
Aunque jamás tu corazón de hielo
palpite en mi presencia estremecido,
me es grato recordar que no has podido
nunca olvidar nuestro primer amor.
Y si pretendes con tenaz empeño,
seguir indiferente tu camino...
Obedece la voz de tu destino,
que odiarme puedes; olvidarme, no.
Lord Byron.