Lo intenté.
Me esforcé.
Pero no puedo seguir atándome, he roto ya mis argollas y he usado las cadenas para columpiarme.
El mundo parece empeñado en desatar algo que debería estar guardado a buen recaudo.
No me gusta ir por ahí decepcionando.
Y seré, por supuesto que seré, todo aquello que se espera de mí.
El primitivismo y la irracionalidad me despiertan el apetito.
Y la vida me ha dado un hambre voraz.
Es la hora de portarse mal.
Luego no vale llorar.
Contaré hasta diez y empezaré a correr.
Estate a la altura.
Y escóndete bien...